6.15 a.m. Llego al aeropuerto con tiempo para parar a tomar mi desayuno habitual en la cafetería habitual. Tomo asiento y, al instante, una camarera viene a tomarme nota.
- Café con leche y croissant, por favor.
- Muy bien. - y añade como si no hubiera acabado mi pedido: - ¿Zumo de naranja, o prefiere agua?
Por unos momentos quedo pensativo, como si no estuviera seguro de pedir también el apetecible zumo de naranja recién exprimido.
- No, es suficiente con lo otro, gracias.
Una pregunta tan sencilla, natural y, aparentemente, inocente, hubiera doblado la venta de haber obtenido una respuesta afirmativa, lo que, desde mi punto de vista, la convierte en una magnífica técnica de ventas para cualquier camarera/o.
Cuando me he levantado y me he dispuesto a dirigirme a mi puerta de embarque me ha venido a la cabeza una anécdota relacionada. Una vendedora de artículos Montblanc, en ocasión de una venta de una pluma de serie limitada cuyo precio ascendía a casi 15.000 euros, y ya habiendo convencido a su cliente de las genialidades de tan valioso género, dijo:
- Así, ¿le gusta?
- Sí, es extraordinaria.
- Verá que es una gran elección. ¿Cuántas quiere?
A lo que el cliente, seguramente sorprendido por la pregunta, no pudo responder otra cosa que:
- Dos.