domingo, 17 de enero de 2010

La culpa es de Matías

Espeluznante, terrorífico, estremecedor, horripilante, pavoroso, aterrador, escalofriante, Pedro Piqueras ha llegado a Haití. La posibilidad de ver cadáveres apilados en las calles y edificios derruidos, aderezado con miles de trágicas historias personales, ha llevado al devastado país a las cámaras más morbosas de medio mundo. Un espectáculo así no podía ser obviado por el gran Piqueras, un excepcional periodista que, como el resto de sus colegas, ha colaborado en los últimos años en derribar los cimientos de la profesión; y es que, claro, los periodistas no podían ser menos que los políticos, y ambos colectivos vienen disputando una carrera al sprint para ver quién consigue alcanzar el descrédito absoluto en primera posición. Se les da bien, tanto que, es difícil discernir quién va en estos momentos en primera posición, lo cual tiene mucho mérito, porque su nivel de competencia (ya prácticamente sinónimo de incompetencia) augura que la meta está proxima.
Haití no es más que otra de esas viñetas que adornan los informativos, magacines y hasta programas del corazón. Un país hasta hace una semana olvidado por todos, regido por la voluntad de su vigente dictador, que no es más que uno más en la lista de los que han ocupado su asiento desde la independencia del país, la segunda del continente sólo por detrás de EE.UU. hace ya más de 200 años. Y aún hay que escuchar al mismísimo Nobel de la paz diciendo "No vamos a olvidar a Haití", tal vez tenga razón, aunque sea pura gramática, y es que tan solo mentiría si sus palabras hubieran sido "Nunca hemos olvidado...", pero no, no va a olvidar, sino que ya había olvidado. Quien seguro que no ha tenido ocasión de olvidar es su homólogo, el inquieto Sarkozy, que da cobijo al multimillonario hijo del dictador de Haití en la capital de su república.
A ver qué es capaz de hacer Piqueras en ese sector de La Española; el show puede ser espectacular, la información es lo de menos, lo que importa es el impacto, los fuegos artificiales, recordad que los vemos por los pelos, ya que estuvimos a punto de morir todos víctimas de la gran pandemia llamada gripe A.
Y la culpa... la culpa es de Matías, sí, aquél que descubrió el filón del espectáculo televisivo mezclado con información periodística mientras narraba cómo un avión se estrellaba contra una de las torres gemelas en riguroso directo.

2 comentarios:

Belén dijo...

Y no sólo eso, es que nos venden lamitad de las historias como mentiras... porque vamos a ver, nadie habla de la sangría económica que hizo EEUU a Haití cuando obligó al país a comprar el arroz cuando ellos se autoabastecían solos?

Vaya nobel de la paz que nos hemos echado, al final será como los oscars, que no me los creo ni borracha...

Besicos

JAL dijo...

Borracho uno aún se vuelve más incrédulo...