Salgo del hotel con intención de callejear por las envejecidas calles de La Habana. Me sorprende la muchedumbre de turistas que caminan al unísono tras una joven mulata qua alza una mano con la que sostiene un paraguas cerrado. Aquí y allá se suceden grupos similares, bien caminando tras su mentor, bien rodeándolo para escuchar sus lisonjeras explicaciones. Algunos, se apartan tímidamente del grupo y hacen uso de sus modernas compactas digitales, sin padecer lo más mínimo por la luz o el encuadre, basta una simple imagen que rece su presencia allí.
A los pocos metros empieza a seguirme un improvisado caricaturista que, andando junto a mí, parece empezar su obra. “No”, pronuncio con un gesto serio. Quiere insistir, pero duda en qué idioma debe interpelarme. Finalmente, se decanta por un “It’s just…”que ni siquiera llega a su fin, dándose así por vencido. Poco más tarde son unas mulatas con vestidos tradicionales a quienes va dirigida mi negativa respuesta, ellas ya ni tan solo tratan de insistir.
Me invade un fugaz sentimiento de decepción, no esperaba encontrarme en una ciudad plagada de turistas, vigilados a escasa distancia por decenas de gaviotas hambrientas. Decido sentirme uno más y desenfundo por fin mi inmaculada cámara, es el momento de estrenarla. Ante mi se alza un ornamentado abeto colocado a las puertas de una Iglesia, una imagen que diluye la débil frontera entre lo religioso y lo pagano, creando un nuevo templo dedicado al agnosticismo. Tal vez Moisés debería romper un par de piedras más, pese a que este vegetal becerro no fuera de oro.
Los abultados grupos empiezan a entorpecerme. Decido darme un chapuzón final entre ellos dirigiéndome hacia la plaza de la catedral. Allí, varios ancianos vestidos con traje antiguo y fumando un ostentoso puro se dirigen por turnos hacia los grupos de turistas al grito de “One photograph, one peso”. Todo es tan diferente a como lo había imaginado… Decido acabar mi baño de multitudes en la famosa “Bodeguita del medio”. De camino me abordan ancianas con puros gigantes, lisiados y vendedores de toda suerte.
Sorprendentemente hay un hueco reservado para mí en la barra, pese a lo atestado del minúsculo lugar. Pido uno de los reputados mojitos que allí se sirven y observo al resto de turistas. “¿De verdad me vas a llevar contigo a Barcelona?” oigo decir a una mulata que se dirigía al chico que la acompañaba. “Cante la canción más típica de Cuba, que la estoy filmando”, decía a su vez alguien en el rincón a la cantante. Doy el primer sorbo a mi vaso. La especialidad de la casa resulta ser asombrosamente decepcionante; clavo mi mirada en dos jóvenes alemanes que tratan de abrirse paso a codazos hasta llegar a la barra. “Hier”, les digo señalando el lugar que yo ocupo, tomo mi cámara y les dejo mi lugar… y mi mojito.
Ya en la calle, miro hacia la derecha, el camino por el que vine, y a la izquierda. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, tal vez haya desaprovechado la mañana, pero queda toda una tarde, y, por fin, he descubierto por dónde se entra a La Habana.
A los pocos metros empieza a seguirme un improvisado caricaturista que, andando junto a mí, parece empezar su obra. “No”, pronuncio con un gesto serio. Quiere insistir, pero duda en qué idioma debe interpelarme. Finalmente, se decanta por un “It’s just…”que ni siquiera llega a su fin, dándose así por vencido. Poco más tarde son unas mulatas con vestidos tradicionales a quienes va dirigida mi negativa respuesta, ellas ya ni tan solo tratan de insistir.
Me invade un fugaz sentimiento de decepción, no esperaba encontrarme en una ciudad plagada de turistas, vigilados a escasa distancia por decenas de gaviotas hambrientas. Decido sentirme uno más y desenfundo por fin mi inmaculada cámara, es el momento de estrenarla. Ante mi se alza un ornamentado abeto colocado a las puertas de una Iglesia, una imagen que diluye la débil frontera entre lo religioso y lo pagano, creando un nuevo templo dedicado al agnosticismo. Tal vez Moisés debería romper un par de piedras más, pese a que este vegetal becerro no fuera de oro.
Los abultados grupos empiezan a entorpecerme. Decido darme un chapuzón final entre ellos dirigiéndome hacia la plaza de la catedral. Allí, varios ancianos vestidos con traje antiguo y fumando un ostentoso puro se dirigen por turnos hacia los grupos de turistas al grito de “One photograph, one peso”. Todo es tan diferente a como lo había imaginado… Decido acabar mi baño de multitudes en la famosa “Bodeguita del medio”. De camino me abordan ancianas con puros gigantes, lisiados y vendedores de toda suerte.
Sorprendentemente hay un hueco reservado para mí en la barra, pese a lo atestado del minúsculo lugar. Pido uno de los reputados mojitos que allí se sirven y observo al resto de turistas. “¿De verdad me vas a llevar contigo a Barcelona?” oigo decir a una mulata que se dirigía al chico que la acompañaba. “Cante la canción más típica de Cuba, que la estoy filmando”, decía a su vez alguien en el rincón a la cantante. Doy el primer sorbo a mi vaso. La especialidad de la casa resulta ser asombrosamente decepcionante; clavo mi mirada en dos jóvenes alemanes que tratan de abrirse paso a codazos hasta llegar a la barra. “Hier”, les digo señalando el lugar que yo ocupo, tomo mi cámara y les dejo mi lugar… y mi mojito.
Ya en la calle, miro hacia la derecha, el camino por el que vine, y a la izquierda. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, tal vez haya desaprovechado la mañana, pero queda toda una tarde, y, por fin, he descubierto por dónde se entra a La Habana.
9 comentarios:
Ummmm se va pareciendo a una de las versiones ya oídas, si Jal... siendo Venezolana he oído muuuucho :) igual seguré leyéndote que contado como tú, no lo creo.
Besos guapo
Pues me imagino que han aprendido que el turismo traen pesos querido amigo... no son tontos los cubanos :)
besitos
No eres el primero al que le oigo decir algo así... ¡una pena!
Un besote desde Madrid
Esas fotos... Qué recuerdos. Cuba es un viaje que te deja sentimientos contradictorios, aunque con el paso del tiempo. Aunque ahora, un año y medio después me quedo con los mojitos, la alegría, la luz, la vida de sus calles.
Me está encantando. ¡Quiero más!
Besitos/azos.
bueno, no creo que todo sea así... supongo que cuando te vayas empapando un poco y mezclándote más con la Habana todo cambiará... eso espero por ti, desde luego... olvídate de todo eso y disfruta, que para quejarte y creer en prejuicios mejor no ir... un saludete!!!
se supone que tú ya has vuelto de La Habana y nos estás narrando la crónica así que... asúuuucar, esperaremos siguientes capítulos. besos y gracias por visitarme.
mmmm.. parece que a varios les ha pasado similar.. espero que viene ojala que despues de ese dia si encuentres lo que esperabas..
cariños.-
no eres el primero al que igo decir eso de que no es como se habia imaginado...quiza por eso no es de los sitios que mas me llame para visitar...
kt, menudo piropo! Gracias!
Belén, en efecto, si vives del turismo, para qué esconderlo
Mart@, la cosa no es como empieza, sino cómo acaba, paciencia!
Mariano, los mojitos los hacemos mejores nosotros, la verdad.
Tootels, así es, es cuestión de saber dónde buscar.
Desperada, sí, aunque alguno se haga líos por no leer mñas que las primeras líneas
Arcadia, por ahí van los tiros
Nurieta, no es de los que más, pero tampoco de los que menos
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