Hace unos meses, el miedo a un invierno gélido se apoderaba de gran parte de nuestros vecinos europeos, precisamente de aquéllos que más amenazados están por las bajas temperaturas ivernales. No es que se temiera por una repentina inversión del temido y temible efecto invernadero, el temor se dirigía hacia Ucrania, que en aquellos momentos se convirtió en la puerta a Europa del gas ruso.
Hoy, los temores vuelven a resurgir tímidamente, atenuados por la grata resolución anterior, al ver como Bielorusia plantea de nuevo el problema del cierre de otra puerta del gas ruso a Europa. El conflicto vuelve a ser el mismo, brevemente para quien necesite una introducción: Bielorusia no acepta los precios de gas que Rusia pretende imponerles (110 dólares frente a los 46,68 actutuales) y amenazan con aprovechar que el gas se conduce a través de su país para, o bien cobrarles un canon de paso, o bien cortar el suministro más allá de sus fronteras (considérese un precio de mercado para el resto de Europa de un orden de 250 dólares los mil metros cúbicos).
Desafortunadamente, Bielorusia, como Ucrania en su momento, no puede afrontar un incremento tan importante y, sobretodo tan brusco, en sus presupuestos, por lo que ello supondría un varapalo terrible no sólo para la economía nacional bielorusa, sino también, y con un impacto mediático mayor, para las economías domésticas del país. Ello me conduce a una primera pregunta. Parafraseando al mayor ignorante de la historia: ¿qué es preferible, que el gas sea para la mayoría o que sea para todos?
En cualquier caso, y no dudando de la rápida resolución de la disputa, vuelve a aterrorizarme el poder que puede ejercer la industria energética en la sociedad. El recuerdo de los "smartest guys in the room" jugando con la energía eléctrica de ciudades enteras llega a agudizar mi miedo si traslado la acción a lo que un día fue el segundo mundo. Y es que resulta aún más peligroso, pues estos chicos no tan sólo parecen listos, sino que son si cabe más poderosos, ¿o acaso no han estado presidiendo el ineficaz G8 durante los últimos meses? Además, la caída de los primeros suponía el derrumbe de grandes empresas, pero acabar con éstos últimos supondría la caída de un país entero (ya que se supone que si el presidente de Gazprom, el señor Medvedev, se perfila como posible sucesor del actual presidente del país, es porque hay algún tipo de tejido entre ambas "instituciones").
Parece lógico que los países intervengan en la actividad empresarial del sector energético, no sólo porque la dimensión de la mayoría de empresas del sector ha sido adquirida gracias a su origen público (por lo que hablar de las leyes del mercado es engañoso), sino también porque se mezclan intereses públicos que deben ser garantizados frente a intereses puramente empresariales, es decir, privados. Es un sector con enormes posibilidades de crear importantes economías de escala, pero también de ocasionar las más devastadoras crisis internacionales, por ello es peligroso que se deshaga completamente de sus ataduras públicas.
Todo ello puede llevar a mostrar interés por las relaciones internacionales y teorías de juegos para acabar descifrando por qué hay ocasiones en que la solución pasa por cambiar el sistema político de un país para hacerse directamente con su control y otras en que, en condiciones similares, la solución pasa por ser mirar hacia otro lado, desentenderse, obteniendo algo a cambio. Pronto nos olvidaremos de venenos y de periodistas (de los pueblos realmente afectados ya apenas nos acordamos), habrá bastado con conseguir calor para seguir fríos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario