sábado, 16 de diciembre de 2006

Nick Hornby


Ayer tuvo lugar la presentación del último libro de Nick Hornby en el Instituto Británico: "The long way down".
Hay ocasiones en las que te diriges a algún lugar por azar, podría decirse que mi asistencia al acto siguió ese patrón. Mi lectura de su anterior trabajo ("How to be good"), aun siendo ligeramente placentera, no me despertó especial interés hacia la obra del autor. Aun así, me pareció como si éste, tras "gozar" de una vida convulsa, escogiera detalles y personajes reales de su vida para exagerarlos y caricaturizarlos hasta convertirlos en los protagonistas de una ficticia ficción, o semificción, lo cual, me casusaba cierta atracción.
La imagen del escritor artista contemplando la pantalla de su ordenador a altas horas de la madrugada hasta recibir la inspiración, ya habiendo consumido varias copas de vino o whisky, siempre me ha cautivado. Y, en este caso, ¿qué mejor hora para caricaturizar los detalles más duros de tu vida que la madrugada?
Así fue como llegué allí, a la espera de encontrar un joven bohemio, borracho de éxito y deseoso de volver a ver su novela adaptada al cine con motivo de obtener unos ingresos capaces de permitirle mantener un acomodado y despreocupado nivel de vida. No fue eso lo que encontré.
Diez minutos después de la hora indicada, rompiendo el tópico de la puntualidad inglesa, le veo aparecer. Mis esquemas iniciales se vienen abajo; zapatos negros, desgastados por el uso, tal vez cepillados el día anterior o quizá utilizados para un largo paseo por la ciudad, tejano azul oscuro clásico, chupa de cuero alejada de los cánones actuales de la moda, más próxima a las utilizadas a principios de los noventa. En esa primera imagen, se asemeja a cualquier inglés rondando los cincuenta de clase media-baja, cuya afición por el fútbol y la cerveza y lo maltrecho de su cuerpo lo convierten en la imagen del climaterio de un "hooligan" o un "lager lout".
Se sienta. No puedo dejar de observar su prominente calva. Se deshace de su chupa, el calor es sofocante. Muestra su camiseta negra de manga corta con un logo en el pecho en letras blancas y mayúsculas: "Born to read". No puedo creer que sea él. Tal vez las exageraciones que suponía no eran tales y se trata realmente de una caricatura en sí mismo.
Tras una breve y sosa introducción por parte de un joven crítico, Nick Hornby empieza su primera intervención. Consiste en la lectura de un fragmento del libro. De repente, pierdo de vista su calva, su camiseta, sus maltrechos zapatos, me rescata la pasión con que lee el fragmento, realmente creo estar escuchando al personaje del libro, no tan solo leyendo sus palabras, sino escuchando su voz, viviendo su pesimismo cómico. La sensación es única, pocas veces he oído hablar a un personaje de novela, y nunca con una voz que no fuera la mía. Me olvido de los prejuicios iniciales y asisto a una nueva presentación.
Ante mí, un licenciado por Cambridge, crítico con la sociedad actual y sus patrones de comportamiento, presenta su nuevo trabajo literario: "A long way down". Explica cómo acude día tras día a su oficina, a diez minutos andando de su casa, para trabajar, sigue horario de oficina. Además de sus exitosas novelas también escribe periódicamente para varias publicaciones, sobretodo americanas. Responde a las preguntas del presentador del libro dejando entrever un agudo sentido de humor que más tarde se hace perfectamente visible.
En darse paso al turno de preguntas abierto, la primera intervención deja perpleja a la sala: "Mi desconocimiento del idioma me hace fijarme en otros detalles, en otros aspectos que generalmente pasan desapercibidos. Así, he disfrutado de la musicalidad de su intervención, de las caras de la gente, de las miradas que sucedían a sus palabras, de la iluminación de la sala, de la decoración. Todo ello me ha conducido a plantearle la siguiente pregunta: ¿Por qué motivo está iluminado el panel morado de la izquierda y no lo está el rosa de la derecha?". Tras unos instantes a la espera de escuchar la traducción completa, y otros más de simple perplejidad, Hornby no puede dejar escapar una carcajada.
La segunda intervención no es menos original, la reacción del escritor es: "Me dan miedo las preguntas que podéis llegar a hacerme". Por suerte, a partir de la tercera vuelve la normalidad, y todo ello no ha hecho más que hacernos constatar las virtudes oratorias y, a su vez, la sencillez, del autor.
Concluido el acto, me dirijo a él para obtener una dedicación en mi ejemplar. Me saluda educadamente pero con extrema seriedad. Le doy la enhorabuena por su trabajo y le comento cuánto y en qué sentido ha cambiado mi percepción sobre él. Se alegra, con extremada educación me agradece mi confianza en él y mi asistencia al acto. Satisfecho, me despido, hoy he vuelto a constatar que la mayoría de las personas exitosas en su trabajo, si no todas, deben su éxito no tan sólo a la inteligencia, sino al esfuerzo diario.

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