Ya viene siendo habitual el cese o dimisión de consejeros de grandes empresas que, previo cobro de desorbitadas cantidades de dinero, deciden buscar nuevos retos fuera de la empresa que ha garantizado su plan de jubilación.
En un entorno empresarial que busca abaratar el despido como una de las medidas de flexibilizar la legislación actual y dinamizar así la contratación, resulta sorprendente como, de motu propio, se llegan a pagar 84 millones de dólares por un despido (a una sola persona).
El último caso ha tenido lugar en Metrovacesa, aunque esta vez la cifra era muy inferior, apenas 3,2 millones de euros. En un sector como el inmobiliario, y comparando esta indemnización con la de otros directivos de diferentes sectores en situación similar, el pobre ex-consejero delegado de la inmobiliaria puede sentirse mal pagado. Por otro lado también hay que considerar que el mundo inmobiliario parece ser líder en generación de dinero b, por lo que a la indemnización indicada podrían añadirse fincas, terrenos, bolsas de basura...
En cualquier caso, es posible pensar que, a pesar de que su precio no ha resultado una absoluta ganga, el silencio no cotiza igual para todos los países y sectores. Incluso en este país hemos asistido a compras de tan preciado "valor" a cotizaciones muy superiores. ¿Es eso consecuencia de la futura decadencia del mercado inmobiliario? ¿O es tal vez que en tal mercado el silencio ya está garantizado por la cantidad de intereses que confluyen a la vez? Sin olvidar, por supuesto, que cabe la posibilidad de que tales indemnizaciones sean efectivamente le retribución justa por el trabajo llevado a cabo en la empresa.
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