Asistía a un foro en el que debía de discutirse sobre la idoneidad y diferencia de criterios en su aplicación de los impuestos sobre la riqueza. Particularmente, el debate se ha centrado en el impuesto sobre el patrimonio y el de sucesiones.
Confieso que, como a la mayoría de personas, la teoría fiscal me aburre hasta el punto de perder el más mínimo interés. Sin embargo, tal vez tratara de encontrar alguna idea sobre modos de homogeneización o sobre efectividad del impuesto, o tan solo recopilar anécdotas reales que, en algún momento, pudieran servirme de ayuda en mi relación con el fisco.
Tras una breve, ambigua y poco imparcial exposición de uno de los presentes, han empezado a surgir cuestiones teóricas que he removido junto al azúcar de mi café. Pero pronto ha surgido un tema que me ha hecho dejar por un momento de tratar de leer el futuro en los posos del café: la desaparición de algunos de esos impuestos en países como Canadá y Australia debido a su federalismo político.
Por lo visto, como diferentes regiones aplicaban distintamente el impuesto, una homogeneización del mismo, siendo a la baja, no podía menos que suprimirlo. Y ahí está la cuestión: ¿un impuesto como sucesiones es realmente útil dado su nivel recaudatorio? Si es así, ¿por qué dejar que muera?
Lejos de analizarlo, lo que me interesa es la reacción suscitada en la sala, enzarzada en una discusión sobre las decisiones al respecto de las comunidades autónomas españolas, con dispar nivel de gravamen al tratarse de un impuesto cedido por el Estado. Se argumentaba que las soluciones posibles, dado el sistema español, implicarían un precio político que ningún partido estaba dispuesto a pagar (una comunidad con una cesión de este tipo no consentiría una retirada de la misma, y posiblemente una centralización podría ser la única salida). Y ya nos hemos encallado en constitucionalidades y críticas a Madrid o a Barcelona, o al estatuto de tal o al de cual.
Uno llega a cansarse de las discusiones a propósito del pseudo-federalismo español, sobretodo en tema de harmonización de criterios legales, económicos, sociales... Tal vez porque mi idea de federalismo ya ha huído de pensar en frágiles federaciones españolas para concentrarse en ña construcción de sólidas federaciones europeas. Acumular inicialmente el poder en Bruselas podría ser una salida para solventar diferencias regionales. No se trata de permanecer anclados en viejas diferencias, sino de evolucionar para poder afrontar nuevos retos y competir contra nuevas regiones en alza cuyo lema bien podría ser el conocido "divide y vencerás". ¿Permanecer divididos o luchar por derrocar muros y tratar de estar unidos? ¿Y si dejáramos de pensar en el utópico federalismo español para concentrarnos en la construcción de un nuevo y sólido sistema federal europeo?
Tal vez en ese punto la clave sería plantearse el número de federaciones de ese nuevo sistema (no sólo por las ampliaciones planeadas, sino por hipotéticas escisiones de actuales estados), pero ese es ya otro asunto, y muy controvertido.
3 comentarios:
es muy complicado: Una federación de paises, de naciones o de estados?
Y las regiones sin ambiciones regionalistas o nacionalistas?, Uff, es un autentico galimatias estructurar los sentimientos y las divergencias en un composé federal ...
Tienes razón Itoitz, será que yo no tengo sentimientos y me da igual el nombre del lugar donde vivo siempre que viva agusto en él
Me apunto a la idea del federalismo europeo -que supongo sería la utopía e inspiración de aquel tratado del acero-. Pero para eso tienen que cambiar muchas muchas cosas en esta Europa burócrata y acomodada que han construido.
Por lo pronto los 3 grandes han hecho los deberes y han cambiado el inmovilismo -de izq en Alemania de dcha e izq en Francia, social en UK- gobernante por gente que no está en deuda con viejas glorias gastadas, ya es algo.
Nosotros siempre uno o dos pasos por detrás, seguimos enfrascados en el provincialismo inútil o en los navajazos traidores, así nos irá, al tiempo.
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