De vuelta a casa, hay días que paso por delante de una curiosa tienda, en cuyo escaparate se muestra, como producto estrella, una colección de fósiles.
Siempre suele detenerse alguien para contemplar las formas incrustadas y tratar de asociarlas a algún ser conocido. A veces son abuelos explicándoles a sus nietos el origen de tan particular artículo.
Confieso no ser un amante de la arqueología, por lo que me atrae la curiosa explicación del estafado Johann Beringer, profesor de una facultad de medicina en el siglo XVIII, quien llegó a sostener que los fósiles no eran más que bocetos manufacturados por Dios mientras trataba de explorar las distintas especies de seres que podía incluir en su gran obra: la Creación.
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