domingo, 16 de diciembre de 2007

Primer año

Hace hoy un año salía de la presentación del último libro de Nick Hornby y subía en mi malograda bicicleta con la intención de iniciar una breve aventura en la red a través de aquella desconocida, por entonces, herramienta llamada blog.
Un año más tarde, el joven espacio Fading sigue en marcha; es cierto que no tan activo como en sus inicios, pero, en cualquier caso, sí más de lo que se preveía. En términos de marketing, debo admitir que esta página no daría para mucho, tal vez me permitiera alimentarme de un par de vasos de agua corriente al día, pues no encontraría anunciante que pagara por llegar a escasas decenas de lectores. Sin embargo, de entre las 159 entradas, alguna me ha gustado, y con eso ya tengo, por lo menos, una persona satisfecha.
Doy las gracias a todos aquellos que de vez en cuando echáis un vistazo a la página, y las muchas gracias a los que incluso pierden un minuto en dejar un comentario. Seguid teniendo paciencia, Fading seguirá vivo todavía un tiempo.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Los niños de Leningradsky

Ante sus ojos, centenares de pasajeros transitan indiferentes por los concurridos corredores de la estación de metro de Leningradsky. Ellos, los niños de Leningradsky, simplemente deambulan por los mismos pasillos que otros recorren decididamente, simplemente se estiran en el suelo a dormitar, a ver pasar la vida, a agotar su infancia.
Algunos se molestan de ver correteando por los andenes a pequeños mocosos haraposos jugando cual si fueran desdeñosas ratas; otros, en cambio, se lamentan al comprobar la desgraciada niñez que sufren, sorprendentemente, miles de niños rusos, ciudadanos olvidados de una poderosa nación.
Viven en alcantarillas, a la intemperie o entre tubos de conducciones de agua. La mayoría han sido abandonados o echados de sus propias casas por padres alcohólicos que les maltrataban y abusaban de ellos. Muchos han decidido huir de estas insoportables situaciones y sienten que la vida en la calle y en la estación es, pese a su dureza, más llevadera que sus vidas anteriores.
En la calle han aprendido a jugar como cualquier otro niño de su edad haría, a divertirse con improvisados juguetes (por ejemplo una botella de plástico semillena que hace las veces de trineo) como, esta vez, pocos niños de su edad sabrían hacer. Pese a su candidez, sin embargo, en la calle también han aprendido a drogarse, a emborracharse, a maltratar a ebrios vagabundos.
El documental "Los niños de Leningradsky", ganador de un Oscar en 2004, nos acerca a una realidad escondida, una realidad vergonzosa que no ruboriza a los impertérritos dirigentes de la tan poderosa Rusia, esa nación desde hace siglos condenada a la miseria y... a los miserables.

domingo, 2 de diciembre de 2007

El crack de las renovables

El lunes 16 de febrero de 2.009 tuvo lugar lo que venía temiéndose desde hacía algunos meses. Hacia las 10.30 de la mañana los temores iban cobrando fuerza y, dos horas más tarde, el descalabro se hacía evidente. Una joven empresa dedicada originariamente a la fabricación de placas solares cuyo presidente había sido considerado el nuevo gurú empresarial en España al conseguir una revalorización de las acciones de la compañía de un 600% en poco más de un mes, se declaraba en quiebra.
Lo que podía quedarse en un fracaso puntual supuso el epicentro de un seísmo que sacudió todas las compañías vinculadas con el sector de las energías renovables. Las decenas de nuevas empresas que habían ido proliferando durante los meses anteriores se vieron arrastradas a un abismo del que no pudieron escapar. Incluso la considerada veterana Iberdrola Renovables acabó manifestándose herida de muerte y se vio obligada a refundarse con ligeros cambios en su filosofía.
Pocas empresas pudieron escapar de lo que fue denominado "la mañana de la tormenta verde", se dice que sólo aquéllas cuya vocación era realmente la de buscar nuevas fuentes de energía y no simplemente subirse al carro de "las renovables" a ganar dinero fácil. Aquella mañana se hizo evidente que el interés por la energía limpia no iba ligado a un interés por el medioambiente, y todo aquello que había sido denominado verde (o green, aquéllos más cool) se tiñó, rápidamente, de gris.